Se trata de un taller grupal de desarrollo personal centrado en el trabajo sobre el cuerpo, las cadenas musculares, la comunicación y los emociones, que incorpora técnicas de los métodos Diafreo, Terapia Cráneo-Sacral, Masaje y PNL y la psicoterapia.
Para este trabajo hemos integrado conocimientos y comprensiones del campo de la anatomía, la fisiología, la fisioterapia, la psicología, la lingüística y la neurociencia.
El trabajo en un grupo de La Voz del Cuerpo tiene la cualidad de facilitar experiencias de intenso bienestar corporal y emocional. En este sentido:
Producir cambios positivos en el cuerpo físico y en el emocional, accediendo a comprensiones sobre la forma de ser, actuar, sentir.
La experiencia en un grupo de La Voz del Cuerpo crea un puente desde el nivel básico de conocimiento sobre uno mismo a través de la sensación, a una comprensión profunda de nuestra realidad personal y social. Esta comprensión es conciencia ampliada y, sobre esta conciencia, el lenguaje y el pensamiento crean un nuevo paradigma personal mejor adaptado.
En psicoterapia existen numerosas corrientes y formas de trabajar. Desde nuestra posición, nos sentimos parte de los enfoques humanista y sistémico, que consideran al ser humano como una unidad física, mental, emocional, social y espiritual que sólo puede ser comprendido a partir de su complejidad. La meta última de estos enfoques es promover el desarrollo, la autonomía y la responsabilidad personal como camino hacia el desarrollo de la potencialidad humana y la vida plena, a lo que me sumo por experiencia y convicción.
Cuando dos personas se juntan en un proyecto de pareja llevan consigo su historia familiar. Esa historia se despliega en la particular forma de hacer y de relacionarse entre ellos y, hacia afuera, como pareja.
Las vicisitudes con las que van enlazando la relación son un reto para las capacidades de gestión disponibles. Hay dificultades que están más allá del amor, del deseo sexual, de los proyectos compartidos y de la intuición.
Retan a la intuición, porque son contra intuitivos. Están en un lugar diferente al que no solemos llegar con las lógicas habituales. Estoy hablando de los conflictos heredados y no resueltos de la familia de origen que cargamos con nosotros.
Comenzar una relación con demasiados asuntos sin cerrar se puede convertir en un despertar amargo cuando los juegos iniciales del enamoramiento van dejando paso a la realidad desnuda de la intimidad cotidiana.
La injerencia más o menos velada de la familia de origen en los asuntos de la pareja no permite que haya una separación efectiva entre los dos sistemas familiares, de manera que los asuntos pendientes con el sistema anterior se vuelcan en el actual.
La lealtad hacia la familia de origen no significa que tengamos que permanecer enredados en las tramas sin resolver de su historia. A cada uno, como miembro de su familia, le toca despejar el camino de los asuntos pendientes con ella: ese es el mejor servicio que se le puede prestar a la relación y la manera de cuidar la familia actual.
Que una necesidad no haya sido satisfecha de forma continuada y que el organismo se haya reorganizado para no sentir la angustia consecuente, no significa que la necesidad esté resuelta. Antes bien, permanece latente en la estructura corporal con todas sus tensiones, emociones y pensamientos asociados.
Este territorio corporal, muscularmente contraído de forma permanente en algunas de sus partes por la repetición continuada de la experiencia aversiva, se vuelve opaco a la conciencia. Su movilización será temida por la posibilidad de re experimentar los sucesos estresantes. Consecuentemente, y en sintonía con aquellas partes desarrolladas, buscará situaciones donde se sienta seguro (zona de confort), evitando aquéllas que representen un desafío para la parte menos desarrollada.
Las respuestas evitativas sirven a la consolidación de una estructura psíquico-corporal disfuncional. La probabilidad de que una persona actúe de manera confusa y desorganizada es alta ante situaciones que requieran el uso de capacidades afectivas, cognitivas y comportamentales que no ha llegado a desarrollar adecuadamente. Cuando esto sucede, se produce un bloqueo de la acción y una consecuente experiencia de impotencia y frustración, de perturbación psicológica.
Habitamos un cuerpo, realizamos actividades y nos relacionamos sin echar de menos aquello sobre lo que no se tiene conciencia hasta que algo falla, algo que excede la capacidad de respuesta, mermada por determinados patrones mentales y corporales rígidos.
El cuerpo no responde a los requerimientos de acción organizada; se produce una desconexión entre las necesidades básicas y su satisfacción; el asedio de los pensamientos intrusivos se vuelve persistente sin que se halle una orientación adecuada que los encauce; se ama y se odia el mismo objeto de forma simultánea (familia, pareja, amigos, trabajo, ciudad); el esfuerzo se dirige a mantener el comportamiento bajo un estricto control, aunque la tarea resulta agotadora porque gran parte de nuestra conducta se expresa de forma refleja; aparecen las primeras
señales de alarma en forma de dolores tensionales (cabeza, extremidades, espalda, cuello, abdomen); la respiración se reduce a un movimiento mínimo y, en ocasiones, paradójico; se come en exceso o de forma deficitaria; se altera el sueño con noches de insomnio y días de hipersomnia; surgen palpitaciones, dolor abdominal, estreñimiento y otros síntomas físicos de causa psicológica.
El organismo entra en estrés, como el bebé que no ha sido atendido adecuadamente. Paradójicamente, esa es la manera que tiene el cuerpo de alertar sobre algo que no está funcionando como debiera. El cuerpo es sabio y se enferma para sanar. Es el momento de flexibilizar la rigidez de los patrones.
Quizá haya algo que se quedó sin aprender, que se perdió en el camino sin ser expresado: necesitaste más atención o tuviste que convivir en un ambiente frío sin la experiencia del amor y tu mejor opción fue no hacer, no pensar y no sentir aquello que queráis hacer, sentir o pensar, pero no estaba permitido. Tal vez pasaste momentos de incertidumbre para los que no tuviste las herramientas necesarias con las que
afrontarlos, y eso se convirtió en una historia repetida a lo largo de la vida.
Quizás no lo recuerdes, pero las marcas que deja tu historia personal se quedar inscritas en tu cuerpo: en el cuello, excesivamente recto o curvado; en la mirada, escéptica, desafiante o entristecida; en la boca y la garganta, tan ocluidas que no pueden decir ni expresar lo que sientes, sea tristeza o alegría; en los hombros, caídos o girados hacia adelante; en los brazos, cuya musculatura apenas si está desarrollada y permanecen pegados a los costados; en la columna vertebral, con el sacro hundido o volteado hacia atrás o las vértebras retorcidas y marcadas como la cresta de un dragón; en los omóplatos, fijados a la espalda; en el abdomen, tan plano que no puede vibrar ante emociones intensas; en el pecho, abombado y desafiante o aplastado e indefenso; en las piernas, tan rígidas que temes que no te sostengan; o en los pies, con los dedos amartillados, la planta plana o excesivamente curvada.
Puede que hayas llegado a sentir tu cuerpo como algo extraño, ajeno a ti, como dotado de una voluntad propia que no alcanzas a comprender. Sin embargo, conoces la forma de solucionar tus problemas, pero no encuentras la clave de cómo hacerlo. Hay algo genuino, auténtico dentro de ti, que conoces, pero que no llega a concretar. Quizá hayas pensado que ha llegado el momento de pedir ayuda. Pero recuerda: nadie puede resolver tus problemas por ti, nadie tiene el derecho de apoderarse ni de tus decisiones ni de tus soluciones. Sin embargo, hay algo que sí puedes hacer: puedes dejarte acompañar en el proceso de redescubrir la fuerza de tus sentimientos, la alegría de tus movimientos y la confianza en tus pensamientos. Puedes tomar tu historia personal y construir un bello relato de tu vida que de sentido a tu experiencia,
donde todo lo que has vivido tenga cabida y, de esta manera, empoderarte de ti.
Cuando hablamos de terapia corporal señalamos aquello que sucede en el cuerpo y, especialmente en la sensación, como la manifestación inmediata de su naturaleza. Se trata de sentir, de hacerse sensible y consciente a las manifestaciones corporales, para
mantener una buena conexión con el ambiente.
La sensación es un proceso psicológico básico mediante la cual el organismo emite una señal precisa sobre cualquier cambio que se produce en él.
Estos cambios pueden ser de tipo metabólico (internas) o en las condiciones del ambiente (externas), y generalmente producen una respuesta que, la mayor parte de las veces, está asociada a una emoción.
Ante cualquier tipo de cambio en las condiciones interna y/o externa, el organismo pierde su homeostasis, regresando a los niveles previos de reposo cuando la respuesta resuelve eficazmente la situación que produjo el desequilibrio. El principio estímulo- cambio/respuesta-reequilibración es un proceso biológico.
El cuerpo posee un repertorio de respuestas convenientes para resolver cualquier compromiso, desde los más simples como sentir un retortijón e ir al baño a evacuar, hasta los más complejos, como tomar una decisión sobre ser padre, por ejemplo.
La socialización es el proceso por el cual el individuo adquiere los valores, las creencias y las actitudes de la cultura donde se desarrolla, favoreciendo los comportamientos
que son aceptados por ella y penalizando los que rechaza. Cuando se dice que los hombres no han de llorar o que la agresividad es una emoción negativa que se tiene que evitar, se están modificando las condiciones biológicas de respuesta orgánica ante situaciones donde quizá ese tipo de comportamientos sean los más adecuados, como ante la pérdida de un ser querido o ante una amenaza, por ejemplo. Este tipo de
condicionamientos sociales ajenos a las necesidades del individuo, afectan negativamente a los procesos emocionales y a las conductas, siendo los principales causantes de las disfunciones orgánicas y de los síntomas psicopatológicos.
La consciencia corporal es el proceso de apercibimiento de las condiciones tanto internas como externas que están ligadas a determinados estados emocionales y a las
respuestas motoras asociadas. Dicho de otro modo, la consciencia corporal es el medio que permite darse cuenta del propio estado emocional al identificar los cambios internos del organismo y evaluar la congruencia de la respuesta en función de ese estado interno y de la situación concreta donde se manifiesta.
La consciencia corporal es, por tanto, un regreso a formas de respuesta congruentes con los estados corporales a través de la percepción y la identificación de las sensaciones corporales que son producidas por cambios en el organismo desde los medios interno y externo.
En la consciencia corporal reside el principio del autoconocimiento, es decir, que la conciencia corporal es, al mismo tiempo, auto percepción y el instrumento para reconocer aquello que es adecuado para cada persona en una situación concreta.
La propuesta de trabajo corporal que se ofrece está fundamentada en el método Diafreo.
Las técnicas desarrolladas por este método permiten el acercamiento al y el conocimiento del propio cuerpo para aprender de él y ampliar la comprensión sobre los procesos intra psíquicos que se producen, tanto en las relaciones con los demás, como con en sí mismo. Partiendo de una serie de presupuestos sobre las formas corporales saludables y, tras la aplicación de tests sobre el alcance funcional del movimiento corporal, se llega a la formulación de hipótesis acerca de la flexibilidad, rigidez o inhibición de determinados grupos musculares. Son indicadores de salud corporal, entre otros: la musculatura desarrollada y flexible, las formas suaves, la simetría sobre el eje longitudinal, el alineamiento de los diferentes segmentos sobre ejes transversales (escapular y pélvico principalmente) y la capacidad de mantener una respiración amplia. Estas formas corporales permiten una mayor plasticidad y espontaneidad en los movimientos, y por consiguiente, una expresión emocional más acorde con el estado de ánimo y el pensamiento.
El contacto de las manos del terapeuta con el cuerpo de la persona ocupa un espacio importante. Las manos sirven, por una parte, para relajar las zonas doloridas, y por otra, para ayudar a contener, dar un límite, “una piel” a una parte física con poca conciencia
corporal.
Se trabaja a partir del cuerpo: liberando las contracciones musculares, incidiendo en la respiración y posturando los músculos contraídos en estiramiento isométrico, con el fin de acercar el cuerpo a su eje. Así, liberando las vías cerradas, la persona puede experimentar una mayor vitalidad y plenitud. Al armonizar las formas corporales, reequilibrar el tono muscular y liberar el movimiento diafragmático se reestablece un
equilibrio fluido entre las funciones orgánicas, de la vida emocional y la mental.
Para nosotros, la palabra es un instrumento fundamental del trabajo corporal, ya que es el elemento cultural sobre el que se sostiene gran parte del pensamiento y la conciencia humana. Así como la experiencia vivida permite concretar certezas sobre cómo afecta a cada persona los sucesos de su vida, la palabra permite la elaboración de esa experiencia en un relato que les da coherencia y sentido.
La liberación de las tensiones crónicas suele ir acompañada de nueva información procedente de las estructuras orgánica y muscular, información que llega a diferentes zonas neuronales encargadas del procesamiento y la coordinación emocional y
conductual.
La consciencia corporal, y más en concreto, el contacto con las sensaciones corporales, permite identificar las áreas musculares difusas. El pensamiento hace conscientes esos procesos orgánicos, aprendiendo de sus respuestas y promoviendo nuevas formas de acción para cada situación novedosa. De esta manera, se reintegran a la actividad consciente las disfunciones corporales transformadas en recursos adaptativos.