La Diafreoterapia es un instrumento de evaluación y un método de terapia corporal cuyas técnicas y procedimientos son adecuados para el tratamiento del dolor corporal, las contracciones musculares y la regulación emocional.
Somos cuerpo, emoción y palabra. Cuando hay coherencia entre lo que hacemos, sentimos y pensamos estamos en armonía.
Trabajamos sobre el cuerpo en la liberación de las contracciones musculares y la respiración, para desanudar las vías bloqueadas y experimentar mayor vitalidad.
Tiene efectos positivos sobre las funciones motora, digestiva, respiratoria y circulatoria y sobre el ajuste de la auto-regulación organísmica –unidad cuerpo-mente-.
Restablece la capacidad respiratoria profunda conectada a través de canales somato psíquicos a las emociones primarias.
El proceso de elaboración de la vivencia emocional se va articulando simultáneamente al trabajo corporal y, sobretodo, en la fase final de la sesión.
La elaboración es un recurso terapéutico que permite ordenar la experiencia y aprender a gestionar las emociones, diferenciando las emociones primarias de las secundarias o adoptadas.
El ajuste emocional mejora la regulación organísmica. Es decir, fortalece la conexión de los sistemas vegetativo (soma) y voluntario (psique) encargados de gestionar y mantener sano el organismo.
“El yo es ante todo un yo corporal” (S. Freud: El yo y el ello).
El yo psicosomático recibe información del exterior a través de los canales sensoriales y del interior, a partir de las sensaciones orgánicas y viscerales.
Para que esas informaciones lleguen a la conciencia, el estímulo ha de tener la suficiente intensidad y la musculatura ha de ser lo suficientemente flexible para transmitir el impulso del cuerpo al cerebro, a través de las vías aferentes.
Entendemos el auto conocimiento como el reconocimiento de lo que somos y la comprensión de lo que hacemos.
Para nosotros ese reconocimiento pasa por experimentar la conexión de la unidad cuerpo-mente, entendiendo qué mueve al comportamiento a hacerlo como lo hace y cómo la mente crea la identidad con la que nos definimos.
Estas son algunas de las más habituales:
Se trata de una serie de intervenciones y manipulaciones musculares que tienen su fundamento en la “Teoría de las cadenas musculares” de Françoise Mézières y en los estiramientos isométricos no compensados, su principal instrumento. El objetivo es acercar el cuerpo a su eje.
A través de los estiramientos isométricos y la postura corporal manipulamos -trabajamos con las manos- las cadenas musculares para llevar el cuerpo a su eje y liberar el movimiento diafragmático.
Se plantean una serie de dinámicas a partir de la música, la danza, la pintura, el modelado, inducciones al estado de trance y movimientos expresivos que facilitan la experiencia directa sin mediación del intelecto, combinadas con narraciones y la escritura de relatos breves.
Estas propuestas sirven para darles forma a las “vivencias corporales” experimentadas durante la fase de estiramientos y de ejercicios físicos, facilitando la asimilación de las nuevas capacidades de movimiento articular y la integración de los contenidos emocionales.
Se entablan diálogos entre paciente y terapeuta que facilitan la elaboración de las experiencias vividas en las fases anteriores.
Nos servimos de diferentes enfoques como marco teórico de estos diálogos estratégicos (la lista es necesariamente reducida para no extendernos demasiado). Son estos
La estructura del carácter y el concepto de coraza muscular, de Wilhelm Reich. La Bioenergética, de Alexander Lowen. La Teoría de la comunicación humana, de la escuela de Palo Alto. La Antigimnasia de Thérèse Bertherat. El modelo de los estados del yo, del Análisis transaccional de Eric Berne y la Psicología Cultural de Lev Vygotski y Jerome Bruner.
La Diafreoterapia es un modelo holístico de Terapia corporal centrado en el cuerpo, la emoción y el pensamiento.
El objeto principal de nuestro trabajo es el cuerpo. Aplicamos técnicas de manipulación manual para tratar el dolor y los problemas musculares que presenta y con ello mejorar su funcionamiento.
Partimos de una serie de presupuestos sobre las formas corporales saludables que son, a su vez, los indicadores que usamos en la evaluación y en el tratamiento.
Analizamos la capacidad del movimiento articular y el grado de flexibilidad y de rigidez de los grupos musculares para valorar las necesidades.
A partir de la valoración realizamos una intervención personalizada sobre las contracciones musculares y la respiración.
Con estos procedimientos conseguimos reequilibrar el tono muscular y mantener una respiración profunda.
Pero el alcance del tratamiento va más allá de lo físico.
Uno de los efectos asociados a los estiramientos es la emergencia de sensaciones, emociones y cogniciones.
Sensación, emoción y pensamiento, junto al resto de procesos psicológicos -atención, percepción, motivación, memoria, aprendizaje y lenguaje-, son los factores que determinan el comportamiento humano.
En su conjunto y por separado, cada uno de estos factores forma parte de los ejes del proceso y del tratamiento en las sesiones de Diafreoterapia, junto al aspecto físico.
El efecto sobre el comportamiento se hace evidente por la mayor flexibilidad física y emocional ante las demandas del entorno.
Las contracciones musculares tienen efectos significativos en la salud originando disfunciones orgánicas y planteando disonancias cognitivas. Algunas consecuencias se traducen en:
Este procedimiento es el indicado para tratar dolores, sobrecargas, contracturas, dolor crónico, fibromialgia y patologías de la columna vertebral derivadas del acortamiento de las cadenas musculares.
Las herramientas manuales son de o están inspiradas en El método Mézières, de Françoise Mézières; la Antigimnasia, de Thérèse Bertherat y la Bioenergética, de Alexander Lowen.
Las herramientas psicoterapéuticas están tomadas de enfoques analíticos, energéticos, sistémicos, humanistas y narrativos. El elemento común en todos es la palabra.
Durante el trabajo corporal el/la paciente “siente” su “ser cuerpo”. Es la experiencia inmediata entre su voluntad como ser vivo -vivenciada como sensación y emoción- y su sistema de representaciones –forma y contenido del lenguaje y el pensamiento-.
A través de la palabra se habla, se escucha, se dialoga, se aprende, se construye, se es.
Experimentamos la voluntad que nos mueve como algo inmediato relacionado con lo orgánico y vivo. Ese algo se vuelve representación mediante la palabra, consciencia con el pensamiento y mito en los relatos de vida.
Durante el proceso de las sesiones de Diafreoterapia encontramos comprensiones que ayudan a entender e integrar la particular forma de ser.
Los seres humanos poseemos dos cuerpos –o identidades-: uno biológico y otro simbólico. El cuerpo biológico es el resultado de la evolución de las especies y de la herencia genética, mientras que el cuerpo simbólico es la consecuencia del pensamiento y el lenguaje. Ambos cuerpos, biológico y simbólico, están irremediablemente unidos aunque a veces se disocien de forma pasajera o sintomática.
La forma corporal humana está ligada a la cultura desde su inicio. Las circunstancias personales moldean las formas corporales por la capacidad de adaptación y la plasticidad del sistema muscular.
Cuerpo y cultura se imbrican y se afectan mutuamente a través del lenguaje y el pensamiento. En consecuencia, decir y expresar lo que se siente, como facultades del lenguaje y del pensamiento, es determinante para preservar la salud física y mental.
Después de una sesión de Diafreoterapia se produce un reajuste somato psíquico mediado por el flujo de la nueva información entre el Sistema Nervioso Periférico y el Sistema Nervioso Central. Se suele experimentar como fluidez, placer, emoción, apertura y presencia.
Algunos de los efectos en el cuerpo –biológico y simbólico- del reajuste somato psíquico tras un proceso de Diafreoterapia, son los siguientes:
En el sistema límbico la experiencia genera una reacción emocional, a menudo experimentada como gozosa, tras una sesión de Diafreoterapia. Esto resulta de liberar la carga que, muy frecuentemente, se lleva arrastrando durante mucho tiempo.
En el hipocampo se crean nuevas conexiones sinápticas y su huella se registra en la memoria como nuevos aprendizajes.
Las vías neuronales por las que discurre la información entre el sistema límbico y el córtex cerebral se reajustan con las nuevas conexiones sinápticas.
Esas vías son el sustrato biológico inmediato de los recursos conductuales y emocionales adquiridos durante las sesiones de Diafreoterapia.
Seguir un proceso basado en la Diafreoterapia repercute en la disponibilidad de nuevos recursos conductuales, emocionales y cognitivos
El córtex cerebral integra y coordina los nuevos contenidos de la experiencia. Es la estructura cerebral encarga de la toma de decisiones sobre la oportunidad de realizar acciones específicas, consideradas la situación y las necesidades del organismo.
Cuando la información que maneja el cerebro está libre de interferencias somáticas, emocionales y mentales hay un mejor ajuste entre el pensamiento, la emoción y el comportamiento.
El efecto de este ajuste se ve reflejado de forma positiva en la autoestima y el autoconcepto (lo que decimos ser).
Las tensiones liberadas implican la formación de nuevas sinapsis neuronales en la corteza motora que se traducen en otras tantas posibilidades de acción.
La mayor capacidad de respuestas disponibles ante una situación dada determina el grado de autoestima percibido.
Las mejoras funcionales acumuladas a través de las sesiones de Diafreoterapia van acompañadas de insights, percepciones y comprensiones.
A nivel estructural, el proceso implica la reorganización de las cadenas musculares, del pensamiento y de la conducta.
Desde un punto de vista funcional se amplían las posibilidades de relación y de respuestas eficaces entre las demandas orgánicas y simbólicas y el ambiente.
El proceso seguido en las sesiones de Diafreoterapia influye en un mayor contacto con las sensaciones corporales y los significados que les asignamos.
La toma de consciencia permite resignificar los significados limitantes en otros más abarcativos y liberadores.
Habitamos un cuerpo. Somos un cuerpo, constituido con la misma materia que cualquier organismo. Un cuerpo organizado en torno a un sistema nervioso encargado de coordinar sus estructuras, de facilitar la expresión física de sus funciones y de satisfacer las necesidades de contacto, nutrición, cuidado, protección, crecimiento, desarrollo, relación y de realización sexual, afectiva e intelectual.
El organismo vivo está dotado de un sistema homeostático que lo mantiene en reposo mientras sus necesidades biológicas y afectivas están satisfechas y lo activan ante los cambios en el ambiente o ante la demanda de la necesidad.
Ante la pérdida de la homeostasis el sujeto explora el ambiente hasta conseguir la satisfacción de la necesidad. En el caso de realizar la acción pertinente para ello, el organismo regresará al estado de reposo inicial recuperando la homeostasis. Los estados de reposo y alerta son continuos en los seres vivos.
Los primeros años de vida tienen una gran importancia sobre el desarrollo emocional, cognitivo y social del niño, de la niña.
Filogenéticamente venimos al mundo con unos repertorios de conducta seleccionados a lo largo de la evolución. Estos repertorios son moldeados en su relación con el ambiente que priorizará unos comportamientos en detrimento de otros.
La interacción entre sujeto y ambiente es la condición necesaria del aprendizaje.
La huella de este aprendizaje queda plasmada en el cerebro en forma de disfunción cuando no se consigue una respuesta –desadaptativa- adecuada que satisfaga la necesidad. Esta insatisfacción será proyectada al ambiente que se percibirá como hostil y restrictivo.
Cuando la respuesta –adaptativa- sí consigue la satisfacción de la necesidad queda registrada en la memoria como recurso disponible ante situaciones semejantes. A nivel perceptivo se experimenta el ambiente como seguro y confiable.
Las necesidades (hambre, dolor, frío, afecto, etc.) implican la respuesta del conjunto del organismo -sistema nervioso, endocrino, órganos internos, musculatura lisa y estriada, comportamiento-, modificando su forma.
Las respuestas adaptativas que consiguen solucionar la necesidad regresan al organismo a su estado de reposo y son percibidas como placenteras y funcionales. La huella emocional que dejan es de plenitud. Su acción en el pensamiento reforzará las funciones lógicas y racionales.
Las respuestas desadaptativas afectan a las funciones orgánicas, perceptivas y al ajuste entre el organismo y el ambiente.
El organismo lucha contra las sensaciones displacenteras hasta conseguir eliminarlas o, por el contrario, se da por vencido si no lo consigue –indefensión aprendida-. En el segundo caso, las necesidades que no han sido satisfechas provocan la contracción de la musculatura lisa y estriada, reducen el caudal respiratorio y activan las señales de alarma. El organismo comienza a generar comportamientos disfuncionales.
Para contrarrestar el malestar, la experiencia no será registrada en la memoria y, en consecuencia, no habrá una narrativa con la que elaborarla. En su lugar quedarán lagunas carentes de significado y la merma de referencias saludables. Estas condiciones están presentes en el trauma.
Tras una experiencia traumática el cuerpo pierde movilidad y tiende a quedarse fijado en una postura sobrecargada conformando un patrón rígido de comportamiento. Se aprende a funcionar con un mínimo de recursos, a confundir los estados y las emociones, a subsistir en condiciones de necesidad y carencia afectiva.
El efecto de una estructura rígida, tanto en el niño como en el adulto, influye negativamente en el desarrollo emocional, en la lógica de la construcción social de la personalidad y en la visión del mundo.
Que una necesidad no haya sido satisfecha de forma continuada y que el organismo se haya reorganizado para no sentir la angustia consecuente, no significa que la necesidad esté resuelta. Antes bien, permanece latente en la estructura corporal con todas sus tensiones, emociones y pensamientos asociados.
Este territorio corporal, muscularmente contraído de forma permanente en algunas de sus partes por la repetición continuada de la experiencia aversiva, se vuelve opaco a la conciencia. Su movilización será temida por la posibilidad de re experimentar los sucesos estresantes. Consecuentemente, y en sintonía con aquellas partes desarrolladas, buscará situaciones donde se sienta seguro, evitando aquéllas que representen un desafío para la parte menos desarrollada.
Las respuestas evitativas sirven a la consolidación de una estructura psíquico-corporal disfuncional. La probabilidad de que una persona actúe de manera confusa y desorganizada es alta ante situaciones que requieran el uso de capacidades afectivas, cognitivas y comportamentales que no ha llegado a desarrollar adecuadamente.
Cuando esto sucede, se produce un bloqueo de la acción y una consecuente experiencia de impotencia y frustración, de perturbación psicológica.
Habitamos un cuerpo, realizamos actividades y nos relacionamos sin echar de menos aquello sobre lo que no se tiene conciencia hasta que algo falla, algo que excede la capacidad de respuesta, mermada por patrones mentales y corporales rígidos.
El cuerpo no responde a los requerimientos de acción organizada; se produce una desconexión entre las necesidades básicas y su satisfacción; el asedio de los pensamientos intrusivos se vuelve persistente sin que se halle una orientación adecuada que los encauce; se ama y se odia el mismo objeto de forma simultánea (familia, pareja, amigos, trabajo, ciudad); el esfuerzo se dirige a mantener el comportamiento bajo un estricto control, aunque la tarea resulta agotadora porque gran parte de nuestra conducta se expresa de forma refleja; aparecen las primeras señales de alarma en forma de dolores tensionales (cabeza, extremidades, espalda, cuello, abdomen); la respiración se reduce a un movimiento mínimo y, en ocasiones, paradójico; se come en exceso o de forma deficitaria; se altera el sueño con noches de insomnio y días de hipersomnia; surgen palpitaciones, dolor abdominal, estreñimiento y otros síntomas físicos de causa psicológica.
El organismo entra en estrés, como el bebé que no ha sido atendido adecuadamente. Paradójicamente, esa es la manera –simbólica- que tiene el cuerpo de alertar sobre algo que no está funcionando como debiera.
El cuerpo es sabio y se enferma para sanar.
Quizá haya algo que se quedó sin aprender, que se perdió en el camino sin ser expresado: necesitaste más atención o tuviste que convivir en un ambiente frío y sin la experiencia del amor y tu mejor opción fue no hacer, no pensar y no sentir aquello que querías hacer, sentir o pensar, pero no estaba permitido. Tal vez pasaste momentos de incertidumbre para los que no tuviste las herramientas necesarias con las que afrontarlos, y eso se convirtió en una historia repetida a lo largo de la vida.
Quizás no lo recuerdes, pero las marcas que deja tu historia personal se quedar inscritas en tu cuerpo: en el cuello, excesivamente recto o curvado; en la mirada, escéptica, desafiante o entristecida; en la boca y la garganta, tan ocluidas que no pueden decir ni expresar lo que sientes, sea tristeza o alegría; en los hombros, caídos o girados hacia adelante; en los brazos, cuya musculatura apenas si está desarrollada y permanecen pegados a los costados; en la columna vertebral, con el sacro hundido o volteado hacia atrás o las vértebras retorcidas y marcadas como la cresta de un dragón; en los omóplatos, fijados a la espalda; en el abdomen, tan contraído que no puede vibrar ante emociones intensas; en el pecho, abombado y desafiante o aplastado e indefenso; en las piernas, tan rígidas que temes que no te sostengan; o en los pies, con los dedos amartillados, la planta plana o excesivamente curvada.
Puede que hayas llegado a sentir tu cuerpo como algo extraño, ajeno a ti, como dotado de una voluntad propia que no alcanzas a comprender. Sin embargo, conoces la forma de solucionar tus problemas, pero no encuentras la clave de cómo hacerlo. Hay algo genuino, auténtico dentro de ti, que conoces, pero que no llega a concretarse.
Quizá hayas pensado que ha llegado el momento de pedir ayuda. Pero recuerda: nadie puede resolver los problemas por ti, nadie tiene el derecho de apoderarse ni de tus decisiones ni de tus soluciones. Sin embargo, hay algo que sí puedes hacer: puedes dejarte acompañar en el proceso de redescubrir la fuerza de tus sentimientos, la alegría de tus movimientos y la confianza en tus pensamientos. Puedes tomar tu historia personal y construir un bello relato de tu vida que de sentido a tu experiencia, donde todo lo que has vivido tenga cabida y, de esta manera, empoderarte de ti.
Cuando hablamos de terapia corporal señalamos aquello que sucede en el cuerpo y, especialmente en la sensación, como la manifestación inmediata de su naturaleza. Se trata de sentir, de hacerse sensible y consciente a las manifestaciones corporales para mantener una buena conexión con el ambiente.
La sensación es un proceso psicológico básico mediante la cual el organismo emite una señal precisa sobre cualquier cambio que se produce en él.
Estos cambios pueden ser de tipo metabólico (internas) o en las condiciones del ambiente (externas), y generalmente producen una respuesta que, la mayor parte de las veces, está asociada a una emoción. Ante cualquier tipo de cambio en las condiciones interna y/o externa, el organismo pierde su homeostasis, regresando a los niveles previos de reposo cuando la respuesta resuelve eficazmente la situación que produjo el desequilibrio. El principio estímulo- cambio/respuesta-reequilibración es un proceso biológico.
El cuerpo posee un repertorio de respuestas convenientes para resolver cualquier compromiso, desde los más simples como sentir un retortijón e ir al baño a evacuar, hasta los más complejos, como tomar una decisión sobre ser padre, por ejemplo.
La socialización es el proceso por el cual el individuo adquiere los valores, las creencias y las actitudes de la cultura donde se desarrolla, favoreciendo los comportamientos que son aceptados por ella y penalizando los que rechaza.
Cuando se dice que los hombres no han de llorar o que la agresividad es una emoción negativa que se tiene que evitar, se están modificando las condiciones biológicas de respuesta orgánica ante situaciones donde quizá ese tipo de comportamientos sean los más adecuados, como ante la pérdida de un ser querido o ante una amenaza, por ejemplo.
Este tipo de condicionamientos sociales ajenos a las necesidades del individuo, afectan negativamente a los procesos emocionales y a las conductas, siendo los principales causantes de las disfunciones orgánicas y de los síntomas psicopatológicos.
La consciencia corporal es el proceso de apercibimiento de las condiciones tanto internas como externas que están ligadas a determinados estados emocionales y a las respuestas motoras asociadas. Dicho de otro modo, la consciencia corporal es el medio que permite darse cuenta del propio estado emocional al identificar los cambios internos del organismo y evaluar la congruencia de la respuesta en función de ese estado interno y de la situación concreta donde se manifiesta.
La consciencia corporal es, por tanto, un regreso a formas de respuesta congruentes con los estados corporales a través de la percepción y la identificación de las sensaciones corporales que son producidas por cambios en el organismo desde los medios interno y externo.
En la consciencia corporal reside el principio del autoconocimiento, es decir, que la conciencia corporal es, al mismo tiempo, auto percepción y el instrumento para reconocer aquello que es adecuado para cada persona en una situación concreta.
La propuesta de trabajo corporal que se ofrece está fundamentada en el método Diafreoterapia.
Las técnicas desarrolladas por este método permiten el acercamiento al y el conocimiento del propio cuerpo para aprender de él y ampliar la comprensión sobre los procesos intra psíquicos que se producen, tanto en las relaciones con los demás, como con en sí mismo.
Partiendo de una serie de presupuestos sobre las formas corporales saludables y, tras la aplicación de tests sobre el alcance funcional del movimiento corporal, se llega a la formulación de hipótesis acerca de la flexibilidad, rigidez o inhibición de determinados grupos musculares.
Son indicadores de salud corporal, entre otros: la musculatura desarrollada y flexible, las formas suaves, la simetría sobre el plano sagital, el alineamiento de los diferentes segmentos sobre ejes transversales (escapular y pélvico principalmente) y la capacidad de mantener una respiración amplia. Estas formas corporales permiten una mayor plasticidad y espontaneidad en los movimientos, y por consiguiente, una expresión emocional más acorde con el estado de ánimo y el pensamiento.
El contacto de las manos del terapeuta con el cuerpo de la persona ocupa un espacio importante. Las manos sirven, por una parte, para relajar las zonas doloridas, y por otra, para ayudar a contener, dar un límite, “una piel”, a una parte física con poca conciencia corporal.
Se trabaja a partir del cuerpo: liberando las contracciones musculares, ampliando el movimiento respiratorio y posturando los músculos contraídos en estiramiento isométrico, con el fin de acercar el cuerpo a su eje. Así, liberando las vías cerradas, la persona puede experimentar una mayor vitalidad y plenitud.
Al armonizar las formas corporales, reequilibrar el tono muscular y liberar el movimiento diafragmático se reestablece un equilibrio fluido entre las funciones orgánicas, de la vida emocional y la mental.
Para nosotros, la palabra es un instrumento fundamental del trabajo corporal, ya que es el elemento cultural sobre el que se sostiene gran parte del pensamiento y la conciencia humana. Así como la experiencia vivida permite concretar certezas sobre cómo afecta a cada persona los sucesos de su vida, la palabra permite la elaboración de esa experiencia en un relato que les da coherencia y sentido.
La liberación de las tensiones crónicas suele ir acompañada de nueva información procedente de las estructuras orgánica y muscular, información que llega a diferentes zonas neuronales encargadas del procesamiento y la coordinación emocional y conductual.
La consciencia corporal, y más en concreto, el contacto con las sensaciones corporales, permite identificar las áreas musculares difusas.
El pensamiento hace conscientes esos procesos orgánicos, aprendiendo de sus respuestas y promoviendo nuevas formas de acción para cada situación novedosa. De esta manera, se reintegran a la actividad consciente las disfunciones corporales transformadas en recursos adaptativos.