El trauma incluye síntomas de desregulación afectiva y comportamental y representaciones distorsionadas en las siguientes áreas:
- del yo, a través de sentimientos como la vergüenza, de inadecuación o de no ser digno.
- los demás, percibidos como potenciales agresores y desconfiables.
- las relaciones interpersonales que, a menudo, se manifiestan a través de conductas disruptivas.
- perturbaciones de la consciencia, en forma de disociación.
- de la cognición, como dificultades en la concentración, el aprendizaje y la memoria.
Algunas definiciones de trauma incluyen la exposición a acontecimientos estresantes inevitables, de los que no se puede escapar y que sobrepasan los mecanismos de afrontamiento de la persona.
Para Pierre Janet (París, 1859 – París, 1947), cuando las personas se sienten emocionalmente sobrepasadas, los recuerdos no pueden transformarse en experiencias narrativas neutras y, por tanto, se registrarán en forma de síntomas corporales.
El terror se convierte en una fobia al recuerdo que impide su integración y se asimila como percepciones visuales, preocupaciones somáticas y re actuaciones conductuales. La disociación de la experiencia traumática en el plano cognitivo quedará instalada en el cuerpo.
Nuestra capacidad de adaptación nos permite seguir viviendo a pesar de las heridas, aunque en momentos de estrés, las heridas emocionales se hacen presentes manifestándose como síntomas de ansiedad, como así señala Pierre Janet.
La amnesia que acompaña a la experiencia traumática no permite localizar el foco de la angustia, precisamente porque ha sido borrado de la memoria.
La reconstrucción de una narrativa capaz de conciliar el recuerdo traumático es un proceso delicado, cargado de emociones y esperanza y el objetivo de la terapia focalizada en el trauma